Jesús quiere sanarte

Es sorprendente la disposición de Jesucristo para sanar a las personas, mostrando que es voluntad divina que los hijos de Dios vivan una sanación integral. Vamos a leer el Evangelio de Marcos 1,40-45, donde vemos que el Padre quiere que sus hijos vivan sanamente.

En aquel tiempo,
se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo compasión,
extendió la mano y lo tocó, diciendo:
«Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie;
pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote
y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones,
de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo,
se quedaba fuera, en descampado;
y aun así acudían a él de todas partes.

1. Dios te quiere sanar

Jesucristo, quien ha sido envidado por el Padre para mostrar su verdadero rostro de amor misericordioso, muestra que quiere sanar integralmente a todos los seres humanos. El hombre leproso está enfermo físicamente, además se considera apartado de Dios, lo que muestra que su espíritu está enfermo, y tiene complejo de inferioridad y exclusión de la comunidad judía, lo que manifiesta una enfermedad psicológica o del alma. Así que se encuentra gravemente enfermo y con fuerte exclusión comunitaria, como lo señala Lev 13,45-46:

El afectado por la lepra
llevará los vestidos rasgados
y desgreñada la cabeza,
se cubrirá hasta el bigote
e irá gritando: «¡Impuro, impuro!»
Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro.
Es impuro y habitará solo;
fuera del campamento tendrá su morada.

El leproso asume en actitud de inferior, se acerca suplicante y de rodillas a Jesús, superando las tradiciones judías, para pedirle: «si quieres, puedes limpiarme».

Jesús siente compasión, es conmovido desde sus entrañas al reconocer el drama de aquel hombre, porque quiere manifestar la voluntad divina con la expresión: «quiero, queda limpio». La sanación integral de los hijos de Dios es la manera como el Señor muestra el desbordamiento del amor divino.

La sanación es instantánea, donde se muestra el poder de Jesús movido por la su compasión. La misericordia es la fuerza de Dios que sana y salva.

Dios Padre busca tu bienestar y quiere darte los dones más bellos porque te ama, manifestándolo de diversas maneras. Enfatizó, Dios Padre está a tu favor y te da lo mejor que tiene. Te pide que te acerques con humildad a recibir agradecidamente lo que te entrega cotidianamente. Lo que muestra que no eres mejor porque no te conectas con el amor del Padre.

2. Cambio de condiciones

Jesús pide dos obediencias (v.45): no contar a nadie lo sucedido y cumplir el rito de purificación prescrito por el Lev 14. Sin embargo, el hombre sanado empieza a publicar por todas partes la noticia sobre Jesús que lo sanó con su misericordia. Todos los que han sido curados de una llaga de lepra o de alguna herida emocional, anuncian con entusiasmo que la sanación y la salvación solamente se tiene en Jesús.

La actitud del hombre sanado y la respuesta de las multitudes produjeron un cambio de condiciones, pues ahora es Jesús quien: se quedaba fuera, en descampado, mientras que el hombre sano se mueve por las ciudades con libertad.

Antes el enfermo estaba fuera de las murallas de la ciudad y nadie se podía acercar a él, ahora se mueve por las ciudades y es escuchado por multitudes. Ahora e Jesús quien no puede entrar en la ciudad y tiene que permanecer en lugares solitarios, porque asumió el lugar del leproso.

Se cumple en Jesús y en nosotros lo profetizado por el profeta Isaías cuando dice: «Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.» (Is 53,5).

3. Conclusiones

Gracias a Jesús podemos caminar con la cabeza levantada, porque Él nos ha devuelto la dignidad de hijos de Dios, salvados en su cruz al derramar su sangre y morir por nosotros. Como señala san Pablo cuando dice: «A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.» (2 Cor 5,21).

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Manuel Tenjo-Cogollo
Magíster en Teología. Director de ESCALAR

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